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Cualquier persona debería poder hacerse su propia casa. Por este motivo concebimos el proceso constructivo como un proceso de aprendizaje en el que los proyectos son llevados a cabo por las personas que van a vivirlos, sirven para construir su autonomía y generan empoderamiento.

Nos parece importante evitar la relación cliente - técnico que deshumaniza el trato y genera dependencia, reformulando el papel de los distintos técnicos que participen en obra.

Para respetar el proceso de aprendizaje de quienes están realizando la acción, la labor del que posee más conocimiento debe centrarse más en acompañar, desatascar bloqueos, poner sobre la mesa cuestiones importantes a tener en cuenta y ayudar a ordenar en magnitud las decisiones que hay que tomar.

El empoderamiento exige corresponsabilizarse del proceso y de las acciones que se llevan a cabo. Cuando te responsabilizas de la acción, el tiempo de ejecución adquiere otra dimensión, se convierte en un proceso continuo en el que el error y el aprendizaje juegan un papel clave a la hora de deshacer las relaciones de dependencia a las que nos hemos habituado. Si se cobra la responsabilidad, el técnico no facilita, hace, y con ello desaparece el proceso de aprendizaje. Con el formato que proponemos el técnico que facilita se responsabiliza de acompañar en la resolución de los errores no de que no surjan. De esta forma, una vivienda puede resultar más barata no sólo por el tipo de material con el que se construye sino por la corresponsabilidad que se asume.

La creacción de espacios vivenciales es una actividad que implica la participación de un grupo humano más o menos amplio. Creemos necesaria la utilización de herramientas de facilitación que ayuden a desatascar situaciones organizativas y emocionales y conviertan el camino en un disfrute.

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